La gran prueba de Certest: la empresa originaria de CEEI que fabricó 200.000 test covid al día busca el santo grial de las vacunas
La compañía afincada en San Mateo de Gállego que experimentó un crecimiento exponencial gracias a sus pruebas de diagnóstico prepara su nuevo salto: la investigación en lípidos para desarrollar tecnología con ARN mensajero
Su facturación se disparó de los 17 millones de 2019 a los 173 millones de 2020 gracias a su control total de la cadena de suministro cuando el estoc mundial estaba roto
Bastaron dos horas para cambiar la historia de Certest Biotec.
Óscar Landeta, Carlos Genzor y Nelson Fernandes decidieron en una breve reunión, allá por el primer domingo de marzo de 2020, que iban a producir en masa pruebas para detectar un virus que empezaba a quebrantar el mundo. Apenas habían pasado unas horas desde que China publicó la secuencia molecular del SARS-CoV-2, y como en esta empresa se dedicaban al diagnóstico in vitro de enfermedades, apostaron por producir tests para confirmar si un paciente había incubado ese patógeno amenazador. «Empezar a trabajar con el covid no fue algo arriesgado. Es lo que habíamos hecho durante años cada vez que aparecía un nuevo agente infeccioso. Donde sí arriesgamos fue al invertir más de un millón de euros en ampliar nuestra capacidad de producir las pruebas, que imagínate lo que era para nosotros. Ninguna multinacional tomaría esa decisión en dos horas, pero nosotros… pues lo hicimos», relata el CEO de Certest, Nelson Fernandes.
En apenas unos meses, lo que era una empresa media ubicada en San Mateo de Gállego estaba produciendo más de 200.000 pruebas PCR y tests rápidos al día mientras el mundo se atragantaba con un confinamiento que lo cambió todo. La pandemia trajo un despegue mayúsculo para esta compañía fundada en 2002. De la noche a la mañana multiplicaron por diez su volumen de negocio y mantuvieron la curva en todo lo alto durante los locos años 2020, 2021 y 2022. La facturación se disparó de los 17,6 millones de euros de 2019 a los 173 millones de 2020, una cifra que rondaron en los dos años consecutivos. Tocaba gestionar ese crecimiento sideral.
Hubo dividendos, sí, pero el ADN de la compañía obligaba a buscar una nueva vida para Certest, así que apostaron por reinvertir buena parte de las ganancias. Fue así como la madurez llegó al cuerpo empresarial, un momento que aprovecharon para ampliar sus instalaciones en San Mateo con una inversión de 22 millones de euros (y otros 10 que quedan por ejecutar) para sumar dos nuevos edificios con 16.000 metros cuadrados que albergan laboratorios de investigación y desarrollo. Todo estaba orientado a materializar el sueño del corazón investigador de Certest: el desarrollo de una vacuna con tecnología ARN mensajero a través de lípidos, lo que vendría a ser «el santo grial» de la biotecnología sanitaria, defienden en la compañía.
El santo grial de las vacunas
Certest quiere meterse de lleno en la Champions de la biotecnología y entrar con pie fuerte en el sector farmacéutico. Tras la finalización de los trabajos de edificación, el complejo se ha convertido en la mayor superficie dedicada a la biotecnología con el objetivo de seguir la estela de la multinacional Moderna y la compañía que vende su producto a Pfizer han emprendido para desarrollar la innovadora tecnología.
Sin embargo, la ambiciosa inversión se produce en un campo minado: la investigación biosanitaria conlleva altos costes que no siempre se ven recompensados en las cuentas de la compañía. «Somos una empresa de I+D. Nuestra base, que no queremos cambiar, es que aunque arriesguemos en cosas novedosas vamos a ser muy prudentes. Esa es la filosofía de nuestros socios. El impacto financiero del covid ha sido muy grande. Hemos invertido y hemos repartido dividendos, pero nos hemos quedado con un remanente por si algo de lo que estamos haciendo tuviera impacto en las cuentas de la compañía. La ventaja es que estamos muy consolidados en el negocio del diagnóstico, por lo que nos podríamos permitir ciertos fracasos que por supuesto no queremos tener», explica Nelson Fernandes.
Sin embargo, nada cayó de las nubes. Antes del despegue a todo gas era necesario contar con una rampa con la que coger impulso. Certest llevaba 18 años hablando el lenguaje de los test de diagnóstico de infecciones víricas y bacterianas. El Zika, el dengue, el Chikungunya o el virus del Nilo Occidental son solo algunos de los agentes secuenciados en la cartera de más de 130 agentes que sus pruebas detectaban. Lo que habían comprobado desde un primer momento es que la clave estaba en el control total de la cadena de producción.
«Desde el principio se tuvo una filosofía y un afán por controlar el proceso de producción al completo», cuenta el CEO de Certest, que atiende a este diario chocolate caliente en mano (no toma café) antes de viajar a una feria en Dubái sobre el mercado biotecnológico de Oriente Medio. Esa obsesión por trabajar con todos los segmentos de la cadena es una rara avis en la industria biotecnológica, en la que es habitual comprar materias primas a terceros. Y justo ahí estuvo la clave en los primeros compases de la pandemia: en un momento de rotura de la cadena de suministro global, la compañía tenía protegido su estoc. «Lo único que no teníamos en la pandemia era plástico y cartón. Una persona viajaba entre Holanda y España en una furgoneta para recoger el plástico a un proveedor que también era de la farmacéutica Roche. Si no estaba cuando el pedido salía por la puerta, corríamos el riesgo de perderlo porque nadie tenía plástico», relata Fernandes.
La segunda de las claves era el gen exportador que tiene la empresa, que les llevó a tener presencia en casi todo el mundo. Su cartera de clientes supera los 135 países, desde Tailandia a México, Rumanía, Inglaterra o Japón. La baja dependencia de sus clientes (ninguno supera el 5% de la facturación de la compañía) es otra de los pilares de la independencia que se traduce en éxito en la compañía. «Tenemos bastante atomizada la cartera y eso nos da poder al no depender de grandes clientes», resume Fernandes.
18 años antes del covid
La empresa nació en 2002 de la mano de Óscar Landeta y Carlos Genzor, que fundaron la compañía al calor del Centro de Empresas e Innovación de Aragón (CEEI), donde mantuvo la sede oficial hasta su mudanza al polígono anexo a la carretera de Huesca. Hasta ahora, el negocio de la compañía se había dividido en dos unidades: raw materials (esto es, los reactivos y materias primas para realizar los diagnósticos) y el inmunodiagnóstico (las pruebas en sí, donde destacan los test rápidos y las PCR). Sus pruebas adquirieron reconocimiento porque eran capaces de identificar varios agentes infecciosos en un mismo test.
«Empezamos con los virus gastrointestinales y después añadimos a la cartera los respiratorios. Fue entonces cuando llegó la gripe A, que nos dio un reconocimiento importante en el sector y nos permitió trasladarnos a San Mateo», recuerda Carlos Genzor. Certest fue la primera aventura empresarial de Genzor, que se asoció con Óscar Landeta para lanzar un proyecto del que nunca se han desligado del todo, aunque cedieron el testigo a Nelson Fernandes en 2018 para afrontar los nuevos desafíos de la compañía.
Así las cosas, la buena marcha y el renombre que adquirió Certest despertaron el apetito de los inversores… y de los compradores. La curva hacia el Olimpo empresarial se tradujo en ofertas sobre la mesa de «grandes multinacionales del sector», reconoce Carlos Genzor, que nunca llegaron a cristalizar. «Hicimos una aproximación al mercado para vender, algo normal después de un crecimiento como el nuestro. El covid era un tiempo raro y decidimos seguir con nuestro camino, nada más», resume el fundador de la compañía.
El éxito más rotundo le llegó a Certest justo cuando celebraba su mayoría de edad. Las posibilidades que se abrían eran infinitas, con una facturación altísima en los raros tiempos del covid. La compañía había incrementado su facturación un 1.000% de un año para otro y decidieron ampliar su edificio principal que la instalaciones diseñadas por el estudio de arquitectura Idom (la nueva Romareda o el proyecto de viviendas en cacahuetes de la Expo). Con una forma de letra ‘E’ invertida, cada una de las líneas es una de las ramas del negocio. Allí están ubicados los 324 trabajadores que hoy tienen en plantilla, un equipo en el que el 79% de los empleados son mujeres y cuenta con 44 doctores universitarios. Esa es la gran prueba que afronta Certest, la empresa que se hizo inmensa a cargo de las pruebas de detección y que ahora quiere inocularse en la élite de la innovación biotecnológica.