La empresa se ha convertido en el líder rural de telefonía e internet con un modelo que ha conquistado los huecos que no cubren los grandes del sector
La marca brilla con luz propia dentro del gigante MásOrange tras multiplicar por más de cinco su facturación en los últimos diez años
En Longás, un pueblo situado en las altas Cinco Villas, apenas hay una docena de casas habitadas y prácticamente todas ellas tienen contratada la misma operadora de telecomunicaciones. En Yéqueda, a escasos kilómetros de la capital de Huesca, esa misma empresa suma más clientes que habitantes censados, una posición de dominio que se repite en numerosas localidades de Aragón. ¿De qué compañía se trata? No piensen en las multinacionales que tanto aparecen en publicidad en los medios nacionales. El líder en los servicios de internet y telefonía en el Aragón vaciado se llama Embou, pionero en el despliegue de la banda ancha en el medio rural, donde ha forjado su éxito pueblo a pueblo. Tras 21 años de trayectoria, es hoy una de las marcas de referencia que operan en España en mercados de ámbito autonómico.
Se ha convertido en el Euskaltel de Aragón, salvando las distancias, pero con un origen mucho más modesto y un crecimiento labrado en el medio rural, sobre los terrenos yermos de tecnología que no cubrían las grandes operadoras. Mientras la marca vasca nació auspiciada por el Gobierno y las cajas de ahorro de esa poderosa comunidad, Embou viene desde abajo e inició su andadura con escasos recursos. Curiosamente, hoy ambas enseñas forman parte hoy del mismo grupo: MásOrange, el nuevo gigante de las telecomunicaciones surgido recientemente de la fusión de MásMóvil y Orange.
Todo comenzó en 2003 desde un pequeño garaje de Zaragoza y de la mano de tres jóvenes soñadores que hacía pocos años que habían finalizado sus estudios universitarios. Javier Castillo (economista), Jorge Vallejo y Jorge Blasco (ambos ingenieros en telecomunicaciones) presentaron un innovador proyecto de fin de carrera sobre el que se levantaron los cimientos de lo que en sus inicios fue una startup, un proyecto que nació en plena resaca de la crisis que originó la burbuja puntocom.
«Empezamos con mucha ilusión pero sin un objetivo claro ni un plan de negocio», reconoce Blasco, consejero delegado de Embou. Poco a poco se fueron abriendo camino, conociendo el terreno y detectando oportunidades, la mayor de ellas, la carencia de banda ancha en el medio rural, donde el vacío digital era absoluto. La compañía aragonesa apostó por llenar ese hueco que a las grandes operadoras no les interesaba atender. En contacto con las universidades de Zaragoza y Valencia, desarrollaron soluciones tecnológicas para cubrir esas necesidades, inicialmente a través de satélite (radio Wimax) y con la extensión de la tecnología wifi.
Bolea, el primer paso
Apostaron así por cubrir los nichos de mercado de los territorios olvidados, un entorno rural que han acabado convirtiendo en su fortín. El primer pueblo donde instalaron sus redes fue Bolea (Hoya de Huesca). Lo hicieron los tres socios con sus propios manos. «En esa época no teníamos apenas recursos», recuerda el CEO. A base de esfuerzo y perseverancia, fueron tejiendo una red de araña por el Aragón rural, gracias en parte a los acuerdos que sellaron con ayuntamientos y comarcas. La Ribagorza fue la primera que abarcaron enteramente con sus servicios. «Tuvimos claro que nuestro cliente principal era el vecino rural», apunta.
El crecimiento era constante, pero a un ritmo de startup «muy limitado» por la financiación. «Veíamos que además de internet había que vender más cosas», destaca. Así es como fueron ampliando la oferta de servicios, con telefonía fija IP sobre redes inalámbricas —en lo que fueron pioneros— y móvil. Para ello llegaron a un acuerdo en 2010 con MásMóvil como proveedor, la semilla una alianza que con el tiempo ha dado mucho de sí.
Pioneros en fibra rural
El salto a la fibra digital fue determinante en el crecimiento de la compañía, que fue la primera operadora en España que desplegó esta red de alta velocidad en un entorno netamente rural, en poblaciones de menos de 500 habitantes. Bolea volvió a ser la avanzadilla de este despliegue, una tecnología que ha logrado extender a unos 900 de los 1.300 núcleos habitados que tiene Aragón entre municipios (731), pedanías o urbanizaciones. En este tránsito, lograron captar ayudas públicas para llevar la fibra a los pueblos.
Embou consiguió asentar su modelo de negocio pero necesitaba crecer más y hacerlo de forma rápida para no quedarse atrás en un sector altamente competitivo y que requiere de grandes inversiones de capital. «Como vayas lento, se te come la competencia. Necesitábamos dar un movimiento rápido en la búsqueda de financiación», explica Blasco. Sobre la mesa había dos alternativas. O la salida a bolsa en el Mercado Alternativo Bursátil (MAB) o encontrar un socio industrial. La segunda opción fue la que cuajó de la mano de MásMóvil y su consejero delegado, Meinrad Spenger, con quien hicieron buenas migas los socios de la operadora aragonesa.
La empresa se integró a principios de 2015 en este grupo nacional, que, tras su fusión con Orange, se ha acabado convirtiendo en el mayor operador del mercado español por clientes, con 7,2 millones de hogares conectados con banda ancha fija y otras 20,9 millones de líneas de banda ancha móvil. Gracias a las sinergías y la financiación de la matriz, Embou logró dar su despegue definitivo por todos los rincones de Aragón, hasta llegar a cubrir el 98% del territorio con banda ancha, principalmente con fibra.
La operadora aragonesa ha logrado así convertirse en líder «indiscutible» en las localidades de menos de mil habitantes y puede arrogarse buena parte del mérito de que esta sea una de las comunidades autónomas mejor conectadas de España. «Cada vez que ponemos conexión de internet en un pueblo donde no la había generamos píldoras de felicidad», afirma Blasco orgulloso.
Los retos de la compañía pasan ahora por llevar la tecnología 5G al «máximo posible» de territorio, al tiempo que se consolida como empresa de servicios profesionales, con una cartera de productos cada vez más amplia que abarca la electricidad, la alarmas o la televisión.
Aunque la esencia de su negocio sigue estando en el mundo rural, Embou se ha lanzado también a la conquista del mercado urbano y desde hace tres años presta también sus servicios en las ciudades de Zaragoza, Huesca y Teruel. «Hemos seguido un poco el modelo americano de Walmart, empezamos en un entorno rural y hemos acabando entrando en ciudades», subraya Blasco, el único de los tres fundadores que sigue en la empresa.
A pesar de ello, no duda en atribuir el éxito de la misma al buen hacer del equipo fundador: «Supimos ver cada uno cuál era nuestro rol. Gracias a los tres, Embou ha llegado donde ha llegado». A eso y, añade, al haber sabido dar «buen servicio, atención y confianza» en marcados «más hostiles y complejos» como son los pueblos.
La compañía emplea hoy a 150 trabajadores de forma directa o través de sus servicios externos que tiene desplegados por todo Aragón (más de 1.600 incluyendo a MásOrange), donde cuenta con 50 puntos de venta, la «joya de la corona» de la operadora. Una capilaridad con la que consigue llegar a todos los rincones de este extenso y despoblado territorio y hacerlo con una atención «cercana, personalizada y presencial». Con ingeniosas campañas de publicidad y una sólida política de responsabilidad social, Embou ha logrado que su nombre cale con fuerza en el imaginario del consumidor aragonés, un valor que le augura un gran futuro.
Sobre Embou
Embou, empresa CEEIARAGON, se ha consolidado como un referente en la comunicación ayudando al Aragón vaciado. En el año 2003, desde un pequeño garaje, tres estudiantes de la Universidad de Zaragoza presentaron un innovador proyecto de fin de carrera, querían llevar Internet a todos los rincones de Aragón con igualdad de oportunidades en todas sus áreas. Embou se emancipó en el año 2009 de CEEIARAGON y desde entonces se ha consolidado como la operadora aragonesa líder en red de acceso a banda ancha en Aragón y zonas limítrofes. Su filosofía es inédita en su sector, trabajando por y para el entorno rural, apostando por territorios olvidados por otros proveedores y colaboradores locales.